sábado, 9 de agosto de 2014

Dulce árabe

Uno de agosto sirviendo helado de postre,
secando las lágrimas.

Soltaste un pedazo de vos allá adentro cuando nadie miraba.
Soltaste un pedazo primordial.
Ahora no sabes cómo seguir sin eso.

Ramas resecas se quiebran debajo de las zapatillas.
Nubes grises de domingo.

Agujas en la espalda.
No lastiman, no parecen curar.

Dulce árabe de postre,
sangre árabe de un día olvidado
 en el invierno. 

A los diez años tus dientes blancos se miraban 
en el espejo grande del baño de la abuela 
mientras tus hermanas dormían.
Se hornearon tantas cosas, se perdieron, se murieron debajo de la mesa ovalada.
Te escondiste ahí. Olía a madera y a licor.
Te partiste en dos y la tierra se abrió a pesar tuyo.

Los dolores de otros se hacen hondos,
se vuelcan en el viento de agosto
se hacen tierra que entra y sale de lo oscuro.



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