viernes, 17 de agosto de 2012

noche/ siesta/ tarde

Noche:

Quiero un dios para esta parcela fumigada de tiempo.
Aunque escucho, escucho vieja: incendios y otras puestas de sol que desde allá me gritan cuatro cosas y un viento.
Los segundos aceleran la circulación. Algunas células se comen a sí mismas en tus  aguas profundas; en tu noche sin espasmos.  

Yo
hablo
como
en los sueños.

¿Donde vivías cuando eras chico? Te enfermaste de anginas y la soda te quemaba la garganta; querías ser viejo y vivir en el campo.
Una noche en el patio inventamos palabras y gastamos nuestros nombres. No sé si no me veías.
Ahorqué puntos en el infinito pensando que eran posibilidades. Guardé al campo entre mis piernas.

Siesta:

Atardecer sangriento de verano. Todos los árboles tenían copas y servían su sombra. Las palabras salían densas, lentas, tan pesadas como el calor.


Tarde:

Pedí a mis pasos y a otros nombres que el gran cráter no nos tragara; el sol escalaba el amarillo de la tarde en Cofico pero quemándose lento; continuando su curso.

Hay un sonido en el centro de las bombas  que apaga un ciclo. Yo fui al cine: todos morían dentro mío, cerrando los ojos, en cámara lenta.
No me escuchaste entrar porque no pisaba.
Caían gajos de mandarinas del invierno de los nueve años.